miércoles, 2 de julio de 2008

Roca, Coro, Caro

Inesperadamente tu llegada significo tu partida,
Mi piel no zozobra los espasmos de tu anunciado retiro.
Fue el destino el juez de nuestras esperanzas
¿Dónde, sino, caería esa piedra, en el frondoso río?
La ciénega de las memorias olvidadas arrastraría nuestras trazas hacia la madre,
Serían arrinconadas en las suelas del equilibrio,
Pero ¿Qué hubiese obtenido?

Las reminiscencias de tu mirada aun calan en mi litoral vertiginoso
¿Has pensado en la dicha de elegir no elegir?
Mi pomposo albedrío sólo me permitió en buscarte,
pero el pedestal se envolvió en pétalos hasta ser metal.
¿Vez mi suspicacia a lo que llamas conciencia?
Testigos son nuestros ambos pasos,
No culpes a la asimetría por mi tozuda perseverancia.

Si me miras / hago sordos mis ojos
Si me llamas / callo el tacto
Si me extrañas / ahogo cualquier despojo
Si te callas / mi mente quedara sin aliento

Soy insensible a cualquier jardín ajeno,
Exiliado de la vocación,
No extirpare ninguna comprensión.
Sin descuido es tu cuidado,
¿Por qué insistes en marcharte cuando llego?
¿Por qué exhortas mis manos?
¿Te es ajeno este sentimiento?

Planeo en prometerte en recuerdos:
La exuberancia que abarca la envergadura de mi manía,
La sensación de ser primerizo al llegar al último a tu entierro,
La impertinente distracción de la sombra crepuscular

¿Lo has sentido? Ahora eres testigo...
No has errado conmigo, yo tampoco;
No has disfrutado conmigo, yo tampoco;
No has escuchado el silencio conmigo, yo tampoco;
No te has perdido conmigo, yo tampoco;
No dirás nunca conmigo...

¿Te lo imaginas?